Una de las disciplinas fotográficas más complicadas y a la vez menos agradecidas de las que existen es la fotografía arquitectónica. Primero, por el alto nivel de preparación que requiere. Segundo, porque los resultados suelen ser, cuando menos, fríos. Sin embargo, ya hemos visto en más de una ocasión que en fotografía se puede sacar petróleo de donde no lo hay, y la arquitectura no va a ser una excepción. Por Eduardo Parra
Lo difícil y lo fácil
Como ya hemos avanzado, la fotografía arquitectónica es difícil por definición. Las fotografías de arquitectura suelen presentar serios problemas de acartonamiento y monotonía. Todas parecen iguales, y en una gran mayoría de ocasiones quedan reducidas a frías tomas de catálogo. Para tratar de remediarlo, contamos con unas cuantas armas fotográficas: las perspectivas, un punto de toma estudiado, una buena luz, un enfoque acertado y la búsqueda de detalles. Todos ellos constituyen elementos estupendos para romper esa rigidez temática.
Kodak LS443, f13, 1/180 s, ISO 200 De donde no hay, no se puede sacar. En ocasiones, hacer arte es imposible. |
Si nos basamos en la disposición de las líneas como elemento conductor de la atención, lograremos mejorar de forma importante la composición. Hay fotógrafos que consideran un error el que converjan líneas verticales en las fotografías de arquitectura. Para remediarlo, emplean costosísimos equipos con objetivos específicos descentrables o cámaras técnicas de gran formato. Sin embargo, ese supuesto error le otorga fuerza a la imagen.
Al mirar hacia arriba en un contrapicado, se exagera la perspectiva; las líneas verticales se fugan hacia el cielo, dotando a la fotografía de una sensación de grandiosidad. También se puede crear el efecto contrario fotografiando desde un punto de vista muy alto, con un ángulo de toma bien picado. En este caso, las líneas convergen hacia abajo, transmitiendo la sensación de vértigo –aunque, ciertamente, pocos son los que pueden subir a lo más alto de un edificio para hacer una toma picada. El mejor punto de toma sólo puede determinarse observando desde todos los ángulos. Aquí no hay truco: todo consiste en pararse y mirar. Y luego, elegir.
También podemos modificar la fuga de líneas con el uso creativo de diversas distancias focales. Si utilizamos un gran angular y nos acercamos hacia el edificio con un contrapicado, rápidamente se exagera la perspectiva, y ese efecto de “agigantamiento” se multiplica.
La utilización de focales largas, por otro lado, nos permite encuadrar detalles y convertir la fotografía de líneas en tomas algo más abstractas -o no. Las líneas curvas, por el contrario, son las que transmiten mayor dinamismo y elasticidad.
Además de todo esto, debemos recordar que estamos fotografiando, casi siempre, grandes estructuras, por lo que será necesaria una gran profundidad de campo. Sobre todo, en aquellas tomas en las que las líneas sean oblicuas: en ellas, corremos el riesgo que una ausencia de foco destroce, literalmente, la composición.
Sobre todo, la luz
Una iluminación adecuada es otro ingrediente esencial. Recordemos que hablamos de elementos generalmente enormes, por lo que ya nos podemos ir olvidando de la eficacia de nuestro flash, por muy potente que sea. Será necesario un buen foco en forma de astro rey –léase, el Sol-, o una exposición larga con la inestimable ayuda del trípode.
La iluminación, insistimos, es básica. Ciertamente, las líneas físicas o las que se crean con la composición cobran forma en nuestro subconsciente cuando existe un rango definido de tonos. Sobre todo, cuando el contraste es más fuerte.
Algunas Webs de Fotógrafos de la rama para visitar:
Jordi Pereda - Miguel de Guzmán - Fernando Guerra - Javier Azurmendi - Duccio Malagamba - Jesus Granada -
No hay comentarios:
Publicar un comentario